El cerebro humano está neurológicamente diseñado para aprender, por tanto, y a priori, la edad no debería suponer un obstáculo a la hora de adquirir nuevos conocimientos. Estudios en materia de neurociencia y psicología cognitiva así lo evidencian, y aunque las investigaciones indican que la velocidad de respuesta del sistema central se ralentiza con los años, el grado de aprendizaje de niños y adultos es parejo.

LA EDAD, ¿UN CONDICIONANTE?

La adquisición del lenguaje obedece a una capacidad innata específica en todo individuo. Aprendemos a hablar por la activación de un mecanismo cognitivo preciso que se activa en la infancia y que nos guía al descubrimiento de las reglas universales que rigen el idioma. Según este principio, el aprendizaje de una segunda lengua (L2) o de una lengua extranjera (LE) debería producirse con total naturalidad por derivación y por la transferencia de dicha capacidad latente. Desgraciadamente, la realidad es otra muy distinta. ¿Por qué?

Al parecer, y según sostienen la mayoría de lingüistas, el aprendizaje de una L2/LE responde a un proceso diferente al que tiene lugar con el aprendizaje de la lengua materna, especialmente en el caso de los adultos. La evidencia indica que la mejor edad para aprender una lengua extranjera se sitúa entre los 4 y los 8 años, si bien es cierto que el rango de mayor éxito estaría entre los 8 y los 10 años, cuando el cerebro alcanza su grado máximo de plasticidad. A partir de ahí, es decir, en la adolescencia, comenzaría el llamado “período crítico” postulado por E. Lenneberg (1967), por el cual la pericia para aprender un idioma con naturalidad se va atrofiando paulatinamente. Con posterioridad se formularon otras hipótesis más amables que definen dicho período como menos “privilegiado” o “ventajoso”. En cualquier caso, el común denominador a todas estas teorías apuntan en una misma dirección: el potencial para aprender otro idioma se ve afectado a partir de la adolescencia.

¿Significa esto que un adulto no puede enfrentarse con garantías de éxito al aprendizaje de una lengua extranjera? No necesariamente.
 

LO QUE INDICAN LOS ESTUDIOS

De estudios llevados a cabo se infiere que:

Los adultos destacan en pericia en el lenguaje cognitivo académico (morfosintáctica, vocabulario, lectura y gramática).
Los niños destacan en destrezas básicas de comunicación interpersonal (fluidez verbal, acento y pronunciación).

 
En resumen, y a pesar de la gran disparidad de estudios y conclusiones en este campo, la mayoría de opiniones coinciden en estos puntos fundamentales:

1. En las etapas iniciales del aprendizaje de una LE, los adultos aventajan a los niños.
2. La edad no condiciona de modo decisivo el aprendizaje de la gramática de una LE, pero sí, y en general, la pronunciación.
3. Únicamente los niños consiguen dominar el acento nativo de una LE.

 

LO MÁS IMPORTANTE: LA MOTIVACIÓN

Así pues, se entiende que, independientemente de la edad, el aprendizaje de una lengua extranjera siempre es factible, de hecho, parece que la motivación es un factor de mayor trascendencia que la edad en sí. Para el niño interactuar con su entorno, integrarse en él y reafirmar su personalidad, supone un poderoso estímulo que el adulto no logrará compensar con motivaciones de carácter intelectual o laboral. Este, se entiende, es el mayor desafío para el adulto: el grado de motivación con la que se enfrente al aprendizaje marcará la diferencia entre el éxito o el fracaso.

De modo que, todos podemos asumir el reto, basta con encontrar la motivación que nos lance a la maravillosa experiencia del aprendizaje de un nuevo idioma. El Callan Method —el método más efectivo, práctico y dinámico para el aprendizaje del inglés—, ofrece el mejor argumento a nuestra motivación: estaremos hablando inglés desde el primer día en independencia de la edad que tengamos.
 

C. Fernández
 
FUENTES:
El factor edad en el aprendizaje de una lengua extrajera: una revisión teórica (Máximo Cortés Moreno, Universidad de Wenzao, Taiwán)
Hipótesis del período crítico (CVC)

Mamen