Una prueba oral es el método más completo para la evaluación. De hecho, permite aprender cuál es realmente el nivel de comprensión y uso de la lengua inglesa y de valorar no sólo lo que sabe, sino cómo lo sabe.
En una prueba escrita, no se puede saber si las preguntas correctas son a consecuencia del conocimiento, intuición o suerte, si ha tardado 30 segundos o 10 minutos en contestarlas.
La prueba oral consiste en una serie de preguntas en orden de dificultad y complejidad gramatical. Cada pregunta, incluyendo aquella aparentemente banal, está estudiada de tal modo que permite al profesor evaluar la capacidad de utilizar determinado vocabulario, construcciones, tiempos, preposiciones, etc. como resultado, es necesario que el alumno dé una respuesta completa (no un simple “sí” o “no”).
En base a las contestaciones de los alumnos, el profesor procede en orden de dificultad creciente con el fin de llegar al nivel del alumno.
La prueba no es un examen que se pueda suspender o aprobar, es simplemente un control para analizar sus conocimientos del inglés, sus puntos fuertes y débiles.
Esta información nos da la velocidad de aprendizaje del alumno de modo que éste pueda incorporarse en cualquier momento en un grupo conforme a su velocidad de aprendizaje ya que los grupos se estructuran de una forma muy homogénea.
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